Internet y las nuevas tecnologías no solo han ayudado a democratizar el acceso a la información, sino también a diversos bienes y servicios. A esto también ha contribuido la llegada del Covid-19 a nuestras vidas y la necesidad de hacer a distancia muchas cosas que antes hacíamos de manera presencial: el e-learning, las compras online, la telemedicina, por nombrar solo algunas, parecen haber llegado para quedarse. Pero para acceder a todos estos servicios es necesario estar bancarizado; fuera del sistema bancario, no podríamos acceder a todos esos productos que nos hemos acostumbrado a recibir en la puerta de la casa. Para responder a esta necesidad se ha potenciado con fuerza la banca digital y han ido surgiendo diversos servicios financieros que buscan ampliar el público objetivo, al hacer más fácil, amigable y menos engorroso el mundo de la banca y de las finanzas para l@s ciudadanos comunes.
Una banca para tod@s
Lo primero a lo que apunta esta tendencia es a la apertura o democratización del sistema bancario tradicional. Es decir, a que todas las personas, sin importar su edad, sexo, origen, lugar de residencia o ingresos, puedan acceder a servicios bancarios básicos. Según el Banco Mundial la inclusión financiera significa que tanto personas como empresas puedan “tener acceso a productos financieros útiles y asequibles que satisfagan sus necesidades —transacciones, pagos, ahorros, crédito y seguro— prestados de manera responsable y sostenible”. Para esta organización, que las personas puedan acceder a una cuenta para realizar transacciones es el primer paso para una inclusión financiera amplia. Se cree, incluso, que esto contribuiría a promover 7 de los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible fijados por la ONU en 2015. En concreto, ser titular de una cuenta ayudaría a las personas y a las familias a planificarse, a ahorrar, y a sortear mejor eventuales crisis económicas. Aumentaría la posibilidad, también, de acceder a otros servicios financieros, como créditos y préstamos para comenzar o hacer crecer un negocio.
La rápida digitalización de los últimos años y la masificación de la telefonía móvil ha acelerado este proceso. Hoy se puede hacer casi todo desde el celular, sin necesidad de acercarse a una sucursal. Abrir cuentas de manera remota, hacer pagos no presenciales, pedir un préstamo, solicitar una tarjeta bancaria, todo a un click de distancia. Ante el cambio de paradigma, bancos e instituciones financieras han desarrollado nuevas alternativas y estrategias para mantener y captar clientes. Por ejemplo, cuentas vistas 100% digitales, sin cobros de mantención ni comisiones, que incluyen una tarjeta de prepago física y virtual, y que no tienen las exigencias de ingreso asociadas a las cuentas y tarjetas de crédito tradicionales (ingresa aquí para leer un artículo sobre este tema).
Además de los bancos, han entrado en el panorama otros actores que también han promovido esta democratización, permitiendo que más personas no expertas puedan, por ejemplo, comprar acciones u otros productos. Así, han surgido muchas empresas Fintech -aquellas que utilizan la tecnología para ofrecer servicios financieros- que ofrecen plataformas para ahorrar, realizar inversiones, transferencias nacionales e internacionales, realizar compras y pagos de servicios, ordenar cuentas e, incluso, comprar y vender criptomonedas.
Pero si bien la digitalización ha contribuido enormemente a la inclusión financiera, a agilizar los trámites bancarios y a disminuir el costo de los mismos, también ha traído consigo nuevos desafíos a nivel de normativas y regulaciones. La virtualidad ha exigido nuevas reglas y protocolos para proteger a los usuarios y también a las instituciones que se encuentran detrás de estos servicios. Lograr generar confianza en todos los niveles es clave para el buen funcionamiento de estas nuevas formas de manejar el dinero.
DeFi: ¿Un paso más allá?
El término “Finanzas descentralizadas” o DeFi, hace referencia a un ecosistema financiero alternativo, basado principalmente en las criptomonedas, que busca funcionar de manera independiente a las instituciones financieras tradicionales y a sus regulaciones. El movimiento DeFi intenta remover a los intermediarios usando la tecnología, específicamente la cadena de bloques o “blockchain”, en sus transacciones. De esta manera, se pretende reemplazar el sistema tradicional y las instituciones centralizadas por relaciones financieras entre pares que permitan realizar desde las transacciones más sencillas a las más complejas. Un ejemplo simple: una persona pone su plata en una cuenta de ahorros ganando un 0,5% de interés. Al mismo tiempo, el banco presta esa plata a otro cliente con un 3% de interés, logrando una ganancia del 2,5%. Ahora bien, si esta persona hubiese prestado directamente esta plata a esa otra persona, sin un banco como intermediario, quizás hubiera podido lograr ese 3% de retorno y no el 0,5% que ganó en el banco. Además, también se podría haber ahorrado el costo de mantención de su cuenta de ahorros. Sin embargo, si bien es cierto que el retorno de las inversiones en criptomonedas puede ser más alto que el de los bancos, el riesgo, a su vez, es mucho mayor.
El desarrollo de criptomonedas como Bitcoin o Ethereum, ha cambiado la definición del dinero en las últimas décadas y probablemente lo seguirá haciendo. En Chile esto aún no se masifica ni institucionaliza, pero otros países como Bahamas o El Salvador ya están implementando monedas digitales desde sus bancos centrales. Habrá que ver, en los próximos años, si este movimiento contribuye o no a disminuir o terminar con la exclusión financiera.
Tareas pendientes
Lamentablemente, la posibilidad de realizar todo tipo de trámites de manera online, no implica que esto sea realmente accesible para tod@s. ¿Por qué? Porque detrás de una real inclusión debe haber también un trabajo de alfabetización o de educación financiera: ¿de qué sirve que una persona pueda abrir una cuenta bancaria, hacer pagos, transferir, pedir créditos e incluso invertir, si no tiene el conocimiento necesario para tomar decisiones informadas o para entender las implicancias de estos movimientos? Según el Banco Mundial uno de los principales obstáculos para terminar con esta exclusión es justamente la falta de conocimientos financieros para comprender los distintos productos y servicios que se ofrecen. Este es seguramente, uno de los grandes desafíos actuales y futuros del rubro financiero, de las autoridades de cada gobierno y también de la sociedad civil: empoderar a los/as usuarios/as para que puedan estar realmente incluidos en el sistema, mejorando así sus oportunidades y su calidad de vida. Se ha demostrado que el acceso a los servicios financieros puede contribuir al desarrollo económico y a disminuir los índices de pobreza, que tanto han aumentado durante la pandemia del Covid-19. Por lo mismo, países como Indonesia, México, Mozambique y Filipinas, han adoptado la inclusión financiera como una política pública, generando estrategias e iniciativas a nivel nacional para lograrlo.
En CurrencyBird creemos en la democratización de las finanzas y por eso promovemos la educación financiera para tod@s. Si quieres seguir aprendiendo sobre este y otros temas visita nuestro blog pinchando en este link o el sitio del programa de educación financiera del Banco Central de Chile aquí.