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La crisis del efectivo: Por qué los billetes podrían convertirse en reliquias

Parece que la digitalización financiera llegó para quedarse. Cada día son más las personas que prefieren pagar con tarjetas de crédito o débito. En Chile, el efectivo dejó de ser el medio de pago más utilizado, y las tarjetas de débito son el ladrón del podio. Según la última encuesta “Usos y Preferencias del Efectivo”, del Banco Central, actualmente las tarjetas de débito ocupan el primer lugar de preferencia como método de pago de los chilenos, con un 65% de los encuestados que declara usarlas siempre o casi siempre. A estas tarjetas le sigue el efectivo, con un 62% de las personas; y luego las tarjetas de crédito, con un 24%.   

Pero no solo eso. Según un análisis del acceso a productos financieros de los chilenos en los últimos 10 años, realizado por la Asociación de Bancos (Abif), se han creado 17,2 millones de cuentas bancarias, alcanzando un total de 32,7 millones el año pasado. Es decir, hay más acceso y más democratización. Además, muchos otros sondeos han constatado un aumento de las compras en el comercio electrónico. Y Chile es el país latinoamericano donde existen más compradores frecuentes online, con un 58,6% de ellos que realiza este tipo de compras una vez al mes. 

Probablemente todavía no podemos responder a esta pregunta, pero es innegable que vivimos una transformación digital y no sabemos a dónde nos llevará. Según datos del informe “Los pasos necesarios para promover monedas digitales” de la economista Marion Laboure, en China y en Italia solo el 20% de las compras en 2019 se pagaron en efectivo. Y estos son datos que todavía no consideran la pandemia.

Una convencida de que la sociedad vivirá sin efectivo es la profesora de Estudios de Economía y Empresa en la Universitat Oberta de Catalunya, Elisabet Ruiz. Según la académica, el fin del efectivo “es algo que pasará seguro”. Y efectivamente hay datos que nos pueden conducir a tomar esa postura: ya han surgido iniciativas dentro de la Unión Europea dirigidas a eliminar este método de pago y la circulación del efectivo. Por ejemplo, en España hace un par de años un grupo de parlamentarios planteó la eliminación gradual del efectivo en el país a propósito de la crisis del Covid-19. Por otro lado, la comisionada de la Unión Europea Mairead McGuiness planteó el año pasado un límite de euros en los pagos en efectivo. Si bien la razón de esta medida fue combatir el uso ilegal del dinero (como el lavado de activos), esto guiaría a la economía a fomentar los pagos con tarjetas o transacciones bancarias. 

Pero volvamos a nuestro continente. Hace un par de años, Las Bahamas se convirtió en el primer país del mundo en emitir la primera moneda digital por el Banco Central. Esta se llama “sand dollar” (dólar arena en inglés) y es una versión virtual del dólar de Las Bahamas. De hecho, escribimos sobre esto en otro artículo, para leerlo pincha aquí. Y algo parecido sucedió con El Salvador el año pasado, cuando incorporó la Bitcoin como una moneda de curso legal. 

Pero, ¿qué podría pasar si desaparecieran las monedas y los billetes? 

Imaginemos un mundo sin efectivo

Una de las ventajas de la desaparición del dinero físico que destacan los expertos es que ya no existiría costo de producción, mantenimiento y custodia de este. Porque obviamente, las monedas y billetes -tanto producirlos como resguardarlos- traen asociados técnicas y elementos de seguridad. 

Otra ventaja sería una mayor rapidez en las transacciones, la desaparición de pagos irregulares o fuera del sistema, una mayor seguridad (disminuirían los asaltos y robos presenciales de dinero) y se evitaría el extravío del dinero. 

Sin embargo, muchos creen que, si bien el mundo avanza hacia una mayor inclusión financiera, el fin del efectivo generaría una distopía para las personas más vulnerables de la sociedad. Hay muchos quienes no tienen acceso a las nuevas alternativas digitales, y si el efectivo dejara de existir, quedarían fuera del sistema, totalmente excluidos de la posibilidad de transar productos y servicios. 

Otro desafío importante sería el desarrollo de ciberseguridad y una legislación a la altura. En esta nueva realidad, cobra mayor importancia que los países estén preparados para desarrollar robustas formas de proteger los datos de la población y evitar posibles robos, fraudes, estafas, etc. 

Sea cual sea el futuro del efectivo, es importante que entendamos que este fenómeno comenzó hace décadas, se aceleró con el Covid-19 y hoy se ha introducido en los espacios de discusión. Y nosotros no nos quedamos atrás. 

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